14 dic 2010

[ III ]

El encuentro con las dos extrañas había dejado a Noretti inexplicablemente tensa y Oldus lo había notado. Sentía curiosidad por conocer el porqué, pero sabía que no sería ahora, ni a la salida, así que siguió a la devah, que se había adelantado y se encontraba de pie frente a la Matriarca. Era una devah de apariencia joven, pero sabiendo que eran longevos, Oldus sospechaba que de los cien años no bajaba.
Su pelo azulado con reflejos esmeralda le caía sobre los hombros hasta llegar al suelo. Llevaba una túnica negra con unos detalles en verde, y encima de ésta portaba una capa echa del pelaje de un animal, aparentemente, bastante grande.
Ambos se sentaron frente a la Matriarca tras saludarla con una reverencia. Oldus pudo contemplar que alrededor del ojo de la frente de ella destacaban unos extraños tatuajes que descendían por el lado derecho de la mejilla y se perdían en el cuello, dándole así un aura de intimidación que obligaba al cazador a desviar la mirada hacia el suelo.

- Vaya, vaya.. Me alegra verte, Noretti. ¿Cómo está Lain? ¿Ha avanzado en sus entrenamientos? – preguntó con un tono bastante familiar.
- Está bien, y con lo que respecta sus entrenamientos.. Parece que no está echa para la invocación. De los espíritus menores no pasa. – respondió la devah procurando ocultar la inquietud que intentaba dominarla.
- Bueno.. Al fin y al cabo no es una de los nuestros.. Aquí nunca conseguirá desarrollar su verdadero potencial.
Noretti no pudo evitar apartar la mirada y mantenerse en silencio durante varios segundos. No le había gustado nada lo que la Matriarca acababa de decir.
- No he pedido la audiencia para hablar de ella –continuó, tajante.
- Ah, si.. Cierto, dime. ¿En qué puedo ayudarte? ¿Qué necesitas de mi? – preguntó la Matriarca mientras balanceaba ligeramente la taza de té que se encontraba en su mano derecha, y clavaba la mirada en los movimientos hipnóticos que el té iba haciendo.
- Venía a pedirle permiso para que este humano conviva con nosotros durante un tiempo.
La Matriarca se limitó a dirigir la mirada hacía la de Noretti, haciéndole entender que esperaba una exlplicación.
- Verá, este humano es una de mis tantas víctimas, pero a diferencia del resto, él me sorprendió cuando me dijo que como última voluntad deseaba conocer más sobre nosotros y nuestro mundo.
Un gesto de sorpresa acompañado del esbozo de una sonrisa se pudieron contemplar en el rostro de la Matriarca, la cual, tras echarle un vistazo a Oldus, volvió la mirada a la devah.
- Está bien. Tenéis mi permiso, pero tú te harás totalmente responsable.
- Sí, Señora. – contestó Noretti con rapidez.
- Bienvenido a la aldea, Oldus.
- Muchas gracias, Señora – respondió el cazador.
- Podéis retiraros. – terminó la Matriarca.

Ambos se levantaron, y tras hacer una reverencia se dirigieron a la puerta, pero justo cuando iban a salir, Noretti se giró.
- Disculpe, Señora.. ¿Puedo preguntaros algo?
- Claro, dime. – respondió la peliazul, que ya se había puesto la capucha de la capa.
- Las personas que estaban antes con usted..
- La has reconocido.. ¿Verdad?
Al oír eso, Noretti no pudo evitar ponerse en tensión. Su ceño se frunció automáticamente mientras se mordía el labio inferior.
- No tendrá nada que ver.. lo que ha comentado antes de Lain, ¿no? – preguntó Noretti con un tono que mostraba que el asunto, aunque incomprensible para Oldus, era realmente serio.
- Quizás.. Todavía no se irán de la aldea. Pronto sabrás qué hace aquí, no te preocupes. Y ahora si me disculpáis.. – dijo la Matriarca mientras se ponía en pie.
- ¿¡Ha contratado sus servicios!? –exclamó Noretti.
- Pero qué.. ¿qué tono es ese? – una mirada aterradora se coló por el flequillo de aquella mujer e impactó directamente en la compañera de Oldus.
- Vamonos Noretti.. – dijo el cazador procurando que no se agravara más la situación. Pero su compañera lo ignoró completamente.
- ¡No! ¡No puede haberla contratado! ¿Realmente sería capaz...?
- ¡Basta! - interrumpió la Matriarca - Muchacho, llévatela de aquí. –dijo dirigiéndose a un perplejo Oldus, y al terminar desapareció tras una cortina que se encontraba a su espalda.
Noretti se dió la vuelta con brusquedad y caminó hacia fuera con paso firme y acelerado.

Deshicieron el camino que antes habían recorrido hasta llegar de nuevo a la aldea.
El rostro serio y preocupado de Noretti no desaparecía y su mirada no se apartaba del suelo. Oldus no sabía qué decir, no era capaz de comprender nada de lo que había pasado, y mucho menos de imaginar a qué se refería cada una, pero lo que tenía claro es que no podía quedarse de brazos cruzados.
- Oye, ¿podemos ir a ver a Lain? Me gustaría ver cómo son los entrenamientos. –dijo Oldus, intentando romper la tensión.
- Sí, claro.. Dudo que Rob tenga ningún problema.. Vamos.. –respondió, cambiando rápidamente de rumbo.

Llegaron a una granja que había justo al lado de la aldea, en una pequeña esplanada perdida en el bosque.
La granja era bastante grande, la esplanada estaba dividida en cuatro partes: la casa principal, la granja dónde se encontraban los animales, un huerto y la última no era más que una cuadra rodeada por una cerca, y en su interior se encontraban Lain y Rob, y dos yeguas con sus respectivos potros pastando.
Rob era un devah de pelo corto y liso pero despeinado de color turquesa. Llevaba un chaleco azul sobre una simple camisa vieja, sus piernas se cubrían con unos piratas bombachos de color marrón y finalmente unas botas de montaña protegían sus pies.

Cuando Oldus y Noretti llegaron, Rob estaba haciendo unos elegantes movimientos con las manos. Y tras un pequeño destello, aparecería a su lado una especie de unicornio de casi cuatro metros de color negro. De su cuello nacía una enorme melena blanca que recordaba a la de un león, sus patas terminaban con un pelaje mas denso y también de color blanco que daba el efecto de que llevaba calentadores, y en sus dos colas, el negro y el blanco se alternaban y se mezclaban de tal forma que no sabrías decir si las colas eran más negras que blancas o al revés.
- Vaaaaaya.. Cada vez que invocas a Dyoko, me sorprendo como la primera vez.. –dijo Lain mientras acariciaba la melena del ecuestre.
- Pues a ver si me sorprendes tú algún día y consigues invocar algo más grande que.. eso.. – se burlaba Rob refiriéndose a un pequeño ser que se escondía entre las orejas felinas de la daimah, que no era más que una especie de perro bípedo animado con alas.
- ¡Eh, No te metas con el pobre Tiny.. No es su culpa.. es la mía por no ser más poderosa.. – Lain  dirigió la mano a su cabeza y Tiny se subió a su mano, acto seguido lo puso frente a sus ojos. Los parpados de Lain cayeron acompañados de un suspiro de frustración que se escapaba de entre sus labios.
- Ah.. Realmente eres muy pequeñito.. – dijo mientras comparaba a su pequeño compañero de la mida de un pulgar, con el enorme Dyoko – Tsk.. Jo.. Lo siento Tiny..
- No te dishculpesh Lain – dijo el pequeño sonriendo - ¡Puedo hasherme mash fuerte!
- Me temo que atado a su brazalete, eso de hacerte más poderoso va a ser algo complicado – comentaba Rob dedicando una mirada de complicidad a Dyoko que causó la carcajada de ambos.
- Dejad de reíros de ellos, va. – hizo Noretti acto de presencia.
- ¡Hermana! –Lain le hizo una mueca de burla a Rob, dejó a Tiny de nuevo entre sus orejas y salió corriendo hacía ella en busca de un abrazo.
- ¡Jaja! Hola Nore, ¿qué tal? ¿Qué haces por aquí? –saludó Rob.
- Oldus quería ver cómo son nuestros entrenamientos – contestó la devah – o, mejor dicho, el de Lain.
- Si, bueno.. su entrenamiento es algo.. especial.. – comentó Rob dedicando una mirada de soslayo a la pequeña – Aah.. sí.. Él es el humano que pidió conocernos. ¿No?
- Cómo corren las noticias.. ¡Si llegué ayer! – dijo Oldus sorprendido.
- ¡Je! ¡Ya! Pero ten en cuenta que es una aldea pequeña y cuando alguien nuevo va a quedarse durante largo tiempo, el Consejo nos envía pequeñas invocaciones para informarnos a todos – explicó Rob.
- El.. ¿Consejo? ¿Pero no dependíais de la Matriarca?
- Ella es la mandamás, pero el Consejo es un grupo formado por los cinco devah más sabios de la aldea. Ellos se encargan de mantener el orden, de resolver nuestras dudas y ayudarnos en lo que puedan. En cambio, la Matriarca trata temas más serios que tengan que ver con la aldea cómo grupo. – aclaró el granjero.
- La Matriarca es la política, y el consejo sus ayudantes y nuestros protectores. – comentó Lain.
- Vaya.. Qué comunidad más ordenada – dijo Oldus sorprendido.
- No sé yo si ordenada sería la palabra – añadió una voz grave y elegante – más bien diría que es una comunidad precavida y muy controladora. Les gusta saber qué pasa en toda la aldea a cada momento.
- ¿Quién.. ha dicho eso? – preguntó el cazador mirando en todas direcciones.
- Eh.. perdón. Debería presentarme – dijo Dyoko mientras avanzaba y se ponía a la derecha de su invocador – Soy Dyoko, uno de los hijos de Sleipnir.
- Realmente no es su hijo, pero aquellos que pertenecen a su círculo se hacen llamar así – aclaró Rob.
La cara de poker de Oldus dio por entendido que no sabía de qué estaban hablando ni a quien se referían.
 -No.. ¿¡No conoces al gran señor Sleipnir!? ¿¡Realmente puede haber alguien en el mundo que no lo conozca!? – exclamó Dyoko, indignado.
- ¡Sherás burro! Esh un humano. ¿No vesh que she ha shorprendido hashta de que tú hablarash? Sheguro que de camino, la sheñorita Noretti le ha tenido que exshplicar que eresh una invocashión – se burlaba Tiny, el cual salió de su escondite y se puso frente a los ojos de Oldus, los cuales estaban totalmente abiertos llenos de sorpresa.
- ¡Encantado! Shoy Tiny, el compañero másh poderosho de Lain – se presentó el pequeño.
- Y el más bocazas.. – dijo Dyoko mientras, con un rápido movimiento, hizo el ademán de comérselo, movimiento que Tiny esquivó rápidamente y tras ello salió volando a gran velocidad siendo perseguido por el unicornio.
- ¡Puff..! Estos no cambiarán nunca. – dijo Rob que los seguía con la mirada mientras llevaba la mano derecha a su cabeza y suspiraba.
- Serían una buena pareja de cómicos – bromeó Lain.
- ¡Jaja! ¡Tienes tooooda la razón! – afirmó Rob.
Todos rompieron en carcajadas excepto Noretti, que se limitó a esbozar una sonrisa. Parecía más relajada, pero aun había algo que la mantenía en tensión.

- Y tú eres Rob, ¿cierto? – preguntó Oldus.
- ¡Así es! ¡El único e inigualable..!
- ¡Criador de cabras vagas! – interrumpió Lain. Rob le dió un coscorrón y continuó.
- Bueno, basta de cháchara, continuemos con el entrenamiento, enana – tras esta frase, Rob posó entre sus labios sus dedos índice y pulgar y, con un pequeño soplido, un potente silbido llamaría la atención de Dyoko, haciendo que este no tardara nada en volver a su lado con gran rapidez.
- Jo.. Está bien. ¡Verás cómo he mejorado, hermana! – dijo Lain.
- Hazlo lo mejor que puedas – animaba Noretti  acompañándolo de una sonrisa.
- ¡Sii! ¡Vamos Tiny! – terminó la pequeña mientras caminaba hacia el centro de la cuadra.

Oldus y Noretti se dirigieron a un lado de la cerca y allí se acomodaron, sentándose Oldus sobre ésta y apoyando Noretti la espalda. Durante varios largos minutos el único espectáculo que pudieron contemplar fue el protagonizado por innumerables ejercicios de concentración.
- Cómo Lain no es una devah y no tiene nuestras capacidades, necesita un entrenamiento más severo si quiere llegar a nuestro nivel – explicaba Noretti.
Oldus era incapaz de apartar la vista de Lain, la cual esquivaba sin problemas los coscorrones que Rob pretendía darle.
- ¿Y si no valiera para la invocación? ¿Y si su fuerte se encuentra en otro campo? – preguntó el cazador.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero comprobar una cosa. Tú estate callada – dijo Oldus mientras bajaba de la valla, cogía una piedra del tamaño de su mano y la lanzaba con todas sus fuerzas dirección a la cabeza de Lain. Ésta se percató rápidamente, y con una patada la devolvió sin problemas.
- ¿¡A qué ha venido eso!? – gritó Lain.
- ¿Lo ves? – dijo Oldus mientras se rascaba el lugar dónde la piedra le había dado – Lo sabía, estáis trabajando el lado mental de Lain cuando su verdadero potencial se encuentra en sus reflejos, su fuerza y su físico.
Noretti se lo miró con duda.
- ¡Lain, vuelve a tu entrenamiento! – ordenó la devah.
- ¡Pero es que me ha tirado una piedra! ¡Y era bastante grande, podría haberme echo daño! – se quejaba la pequeña.
- ¡Vuelve a tu entrenamiento! – insistió Noretti.
Lain se dio la vuelta con indignación y descargó su frustración dándole una patada a otra piedra.

Cuando les dio la espalda, Noretti cogió otra piedra, esta más pequeña, y se la dio a Oldus para que se la lanzara.
De nuevo, un giro en mitad de un salto acompañado de una patada devolvió la minúscula piedra hacía ellos.
- ¿¡Pero qué os pasa!? – se volvía a quejar Lain.
- Quizás tengas razón.. – comentó Noretti.
- ¿Te importaría que tuviera una pequeña pelea con ella? – preguntó Oldus.
- Mientras no la mates.. – advirtió la devah.
El cazador, tras dedicarle una sonrisa pícara, frunció el ceño y se dirigió a Lain.
- ¡Eres una patosa! ¡Así nunca conseguirás ser el orgullo de nadie! – gritó Oldus.
- ¿¡Qué has dicho!? ¡Claro que lo seré, humano! – respondió Lain, enfadada.
- ¡Seguro que no eres capaz ni de defenderte sola! – provocaba Oldus.
Lain apretó los dientes mientras observaba como el cazador se iba acercando. Una vez lo tubo enfrente..
- ¿Quieres que te mate? – amenazó Lain.
- ¿Tú? ¿Matarme? ¡JAJAJAJAJA! ¡Mira como me rio! ¡Seguro que no podrías ni tocarme! – incitaba el cazador.
Noretti ya estaba al lado de Rob y le había explicado de qué iba la cosa. Lo siguiente que vieron fue como Lain intentó dar una patada a Oldus en las costillas, la cual éste paró sin problemas.
- ¿Ésta es tu fuerza? Normal que no consigas invocar nada más grande, ¿quién querría alguien tan flojucho cómo tu como su señora? – se burlaba el cazador, que al terminar dirigió un puñetazo al estómago de Lain. La daimah lo esquivó sin problemas y contraatacó con otra rápida patada que no dio tiempo a la reacción de Oldus. La pequeña tenía fuerza, pues ese golpe le había dolido. Una sonrisa de satisfacción nació en el rostro del cazador que continuó lanzándole ataques muy consecutivos que eran, casi todos, esquivados por Lain y contraatacados.

La pelea duró varios minutos hasta que, en un momento que Oldus cayó al suelo, rompió en carcajadas y miró, con una gran sonrisa, a Noretti.
- ¡Te lo dije! – exclamó.
Noretti se encontraba al lado de Rob, sonriendo.
- ¿Qué quieres decir? ¡Eh, tú! ¡Todavía no he terminado contigo! – dijo Lain, mientras recuperaba el aliento.
- Ya basta Lain. – dijo Noretti mientras ayudaba a Oldus a levantarse – yo le dije que lo hiciera. Quería comprobar cómo estabas físicamente.
El rostro de absoluta incomprensión que tenía Lain provocó, de nuevo, carcajadas.
- Luego te lo explico. Ahora continúa tu entrenamiento con Rob. – ordenó Noretti mientras, acompañada de Oldus, volvía hacia la cerca.

Una vez se reacomodaron, esta vez Oldus sentado en el suelo, éste explicó.
- Tiene mucha fuerza para la poca cosa que parece. Sus golpes eran muy rápidos y realmente contundentes. Muchos me han dolido hasta pararlos. ¿Cómo no os habéis percatado hasta ahora?
- Siempre supe que Lain tenía una buena condición física, pero no era consciente de que era tan fuerte. Aún así, piensa que somos una raza, prácticamente, dedicada por completo a la invocación. En la aldea no hay nadie que dedique su tiempo a la condición física. Es un orgullo para nosotros ser tan buenos en este campo. – explicaba la devah.
- Ya, bueno. Pero por más que ella esté en la aldea y sea tu hermanastra, no deja de ser de otra raza. – dijo Oldus.
Noretti se quedó un rato en silencio, contemplando de nuevo los entrenamientos de Lain.

Pasado un rato, el cazador se puso en pié.
- Por cierto.. Esas mujeres de antes que estaban en la casa de la Matriarca.. – comentaba con prudencia, puesto que sabía que ellas eran las culpables de que estuviera tan tensa.
El ceño de Noretti se frunció de golpe y dijo con seriedad:
- Una de ellas es mi hermana.