21 jun 2011

[ VI ]

Hace más de 50 años la aldea Daimah y la Devah todavia se encontraban en conflicto directo. No se soportaban, si un devah y un daimah se encontraban en el bosque, peleaban hasta la muerte. Las aldeas estaban protegidas por pequeños muros y trampas. Aquello parecía más un refugio de guerra que una aldea pacífica.
Reine, mi madre, se oponía por completo a las decisiones militares, a los asaltos sorpresa a la aldea daimah, etc.. Soñaba con volver a recuperar aquella aldea pacífica que ella vivió de pequeña, pero la nueva matriarca había echo demasiados cambios en los últimos años.

Un día que ella paseaba por el bosque, intentando evadirse de su rutina, una daga le rozó la mejilla. Al mirar hacia atrás, notó un golpe en la espalda y cayó al suelo.
- No te muevas – dijo una voz joven, de un chico, y demasiado dulce para el tono en que la había dicho.
- Si eres un daimah, ten por seguro que no voy a combatir contigo. Así que si quieres puedes matarme, no me defenderé – dijo mi madre, convenciendose a si misma de que iba a morir puesto que no iba a caer en la tenación de luchar porqué sí, como hacian los demás.
- ¿Pretendes que me crea lo que acabas de decir? – replicó el daimah – Quizás seais más inteligentes pero nosotros somos más avispados, veloces, fuertes y ágiles. Sin vuestros vasallos no nos durais ni dos hostias.

Mi madre se giró, quedándose tumbada en el suelo. Sus ojos brillaban por las lágrimas apunto de caer.
- Ninguno de mis “vasallos”, como tu les llamas, están preparados para combatir. Son amigos mios que me ayudan en el día a día.
- Ya, claro. Ahora me dirás que ataste un espíritu para que te ayudara a hacer la cena. ¡Jajaja!
- ¡Pues sí! ¿Tienes algún problema con ello?
El daimah, un poco más alto de la media de su raza, con el pelo liso y moreno, que no le llegaría a los hombros, vestido con un poncho verde oliva, unos pantalones piratas bastante anchos, del mismo color, y calzado con unas botas, se acercó rápidamente a la devah, recogiendo la daga que estaba clavada en el suelo y poniendosela al cuello a modo de amenaza.
- No estás en tu mejor situación como para hablarme así.
- Cómo ya te he dicho antes, no me importa morir. Así que puedo hablar como me dé la gana. – vaciló mi madre.
El daimah inclinó la cabeza hacia un lado y tras ello comenzó a reirse a carcajadas.
- ¿Realmente no piensas defenderte? ¡Jajaja! – insistió el moreno.
La devah no respondió, simplemente se dedicaba a mirarlo con indignación.
Cuando el daimah se percató, sin poder borrar la sonrisa de sus labios le tendió la mano tras guardar la daga.
- Soy Térin, encantado.
Mi madre dudó en cogerle la mano o no durante un par de segundos, pero tras ello se la dió. Al fin y al cabo ¿qué podía pasar? ¿que la matara?
- Reine Sofithe, y no estoy tan encantada..
- Vamos mujer. La verdad es que es una alegría encontrar una devah que no te ataque. ¡Uff! Estoy tan cansado de tener que ir escondiendome y con cuidado cuando solo quiero dar un paseo por el bosque.. – comentaba Térin mientras se echaba el flequillo hacia atrás con la mano derecha.
- La verdad es que yo también.. Todavía no acabo de comprender el porqué de esta guerra..
- Territorio, Reine.. Territorio..
- ¿Territorio? Porqué son tan egoístas.. si no nos molestamos para nada.. – comentó mi madre, decepcionada.
- Ya, pero los jefazos son los jefazos.. Y todo el mundo sigue su palabra.
- No todos.. Si tu las siguieras yo ahora estaría muerta.
- Bueno, si tu las siguieres quizás sería yo el que estaría desintegrado por algúna invocación de fuego.. o formando parte del suelo por algún tipo de golem gigante que me hubiera chafado.. o..
- Captado. – corto Reine esbozando una sonrisa.

En ese momento ambos escucharon unas voces que venían de un lado del bosque que hablaban de emoscadas a daimahs.
- Será mejor que nos marchemos. No sería bueno que nos vieran hablando tan panchamente. Acabaríamos los dos muertos. Yo por ser daimah y tu por no haberme matado – dijo Térin, mientras arrastraba a Reine tras un matorral y se agazapaba.
- Ha sido un placer, Térin.
- Lo mismo digo, mujerzuela. – terminó el moreno mientras saltaba a un árbol.
- ¡Una cosa! – susurró fuerte desde la rama - ¿Mañana podría verte? A medio día, cuando el sol esté en lo más alto. ¿Qué te parece?
Reine le miró sonriente, y asintió.
- ¡Bien! – exclamó Térin, que casi se cae de la rama, pero se quedó colgando del rabo que estaba enroscado. - ¡Uy..! ¡Hasta mañana Reine!

Desde aquel día, mi madre cambió por completo. No había día que no se encontraran los dos. Ambos ignoraban por completo las guerras y las trifulcas entre sus razas. Se las apañaban para escaquearse de sus respectivas aldeas para poder pasar un rato juntos. Lo justo para saludarse les bastaba, ya les había pasado varias veces que era saludarse y tener que irse porque se acercaba alguien.

Las guerras aumentaron y la matriarca comenzó a obligar a todo el mundo a que entrara en sus filas, pero sobretodos obligaba a Reine, ya que era una de las invocadoras más poderosas de la aldea. Pero ella se negó hasta que un día la amenazaron con matarla. Por esos entonces a mi madre ya no le daba tan igual morir, puesto que vivía el día a día esperando volver a ver a Térin. Así que no tubo más remedio que aceptar.
Durante aquellos días ella no pudo escaparse para ir al encuentro con su amado, pues los entrenamientos duraban todo el día.

Varios días despues, cuando ella estaba durmiendo en su casa, alguien la despertó con un suave beso.
- Eh, preciosa – susurró Térin.
- ¿¡Qué haces aquí!? –exclamó Reine.
- ¡Ssssssssssssshhhhhht!
- ¡Cómo te vean nos mataran! – susurró la devah.
- No nos pillarán, tranquila.
Mi madre se quedó un rato pensatiba.
- ... ¿cómo has conseguido saltarte todas las defensas?
- ¡Ja! ¡Sois listos, pero no lo suficiente para Térin!
- Explícamelo..
Terín lanzó una divertida mirada hacía el patio trasero. Rápidamente Reine se levantó y miró por la ventana, y justo en el medio del patio había un agujero.
Mi madre volvió a mirar a Terín sonriendo, entonces se percató de que estaba lleno de tierra.
- Teneis unas defensas mortales a las que no me quise arriesgar. ¡Pero nunca nadie pone defensas bajo tierra! Me he leído muchos libros. Jejeje... – presumió Térin mientras inchaba el pecho y se rascaba la nariz, vergonzoso.
- Cuando ya llevabas dos días sin aparecer, me preocupé.. Así que le pedí a un amigo mio, que pertenece al gremio de espias, que me intentara averiguar algo. Y hace tres días me informó de la decisión de vuestra matriarca de meteros a tod..
- Espera.. – interrumpió Reine - ¿me estás diciendo que le has hablado a alguien de nosotros..?
- ¡No te preocupes! Es mi mejor amigo, es como un hermano. No dirá nada. Hemos crecido juntos. – aclaró Térin.
- Ya pero..
- Quee noo tee preeeooocuuuuuuupeeeeesss..- dijo mientras le revolvía el pelo a Reine haciendo un poco de fuerza.
- ¡Ay! Está bien.. está bien.. Me fio de ti..
- Bueno. Puesto que os han metido a todos en las filas bajo amenaza de muerte.. La única solución que queda para que podamos seguir viendonos es que escondas ese agujero.
- Pues ya me dirás cómo me lo monto..
- Nosé, pon un mantelico de picnic, o una alfombrica encima y di que es para tu meditación y esas cosas raras que haceis vosotros..
Reine esbozó una triste sonrisa y lo abrazó con fuerza.
- Te echaba de menos.. No pude negarme, si moría.. No volvería a verte..
El daimah la rodeó con sus brazos y apoyó la cabeza en el pecho de Reine.
- Yo tambien te echaba de menos.. – susurró, suave y dulcemente -Y creo que ese agujero de ahí afuera lo demuestra..
Reine levantó la cabeza que tenía apoyada en el hombro derecho de Térin, y lo miró, casi apunto de llorar, pero sonriendo.
- Eres un experto en destrozar los momentos bonitos..
- ¿Eh? Uuhh.. ¡Eso lo arreglo yo ahora! – terminó, acabando con un beso que les llevó a consumar su amor por primera vez.

Durante varios meses utilizaron esa estratégia. Reine siguió las palabras de Térin y cuando le preguntaban por la alfombra del patio ella informaba que era para sus meditaciones dejando claro que para ella era más cómodo.
Pero llegó el día en que Térin no apareció, y durante un par de semanas no supo nada de el.
Una noche, la matriarca reunió a todos los aldeanos y les informó de que la guerra terminaría tras un combate final. La estrategia era ir al día siguiente y arrasar con la aldea daimah sin contemplaciones. Y que todo aquel que intentara marcharse, moriria.
La noticía (más bien, las órdenes) había destrozado a Reine por completo. ¿Y si Térin había muerto? ¿Y si se encontraba con tener que luchar contra el o algún amigo suyo? No, no podía hacerlo. No paraba de negarselo a si misma.

Tras el discurso de la matriarca Reine volvió a su casa y se echó a llorar en la cama. Cuando estaba en su más profundo llanto, unos golpecitos en la ventana le hicieron levantar la cabeza rápidamente esperando que fuera él, pero no era más que una simple harpía que picoteaba la ventana. Reine agachó la cabeza, decepcionada, pero el pájaro graznó y Reine volvió a observarlo. Para su sorpresa lleveba una nota en la pata.

“¡Mi amor!
No se me había ocurrido hasta ahora lo de enviarte una cartita con Drifin (la harpía, jeje). Espero no haberte preocupado.. Las cosas por aquí están bastante revueltas. Nos han informado de que tu aldea pretende hacernos un ataque sorpresa mañana y se están preparando para una emboscada.. Nos han obligado a todos a entrar en las filas, me intenté negar pero.. ¡Casi pierdo la cabeza! (Literalmente)
Lo he estado pensando.. No quiero tener que combatir con tu gente.. No quiero perder a mis amigos.. Y tampoco quiero perderte a tí..
Así que, ¿Y si nos escapamos?
Esta es la idea: cuando nuestras filas comiencen a marchar, en algún momento de despiste.. ¡FIUUUUM! ¡Nos escaqueamos rápidamente y nos encontramos en la cascada! ¿Qué te parece?
Drifin está entrenada para no volver sin respuesta, así que atale tu carta sin miedo, volverá a mi. No te preocupes.
Te amo.

Térin”

Reine se quedó unos minutos pensatiba, obsevando la carta, releyendola varias veces. Fue entonces cuando picaron a la puerta, era un guardia que venía a informar. Reine escribió rápidamente la respuesta:

“Está bien, mi vida. Nos veremos en la cascada. Mañana te explico.
Te amo.

Reine”

Le ató la carta a Drifin y está salió volando. Cuando Reine abrió la puerta, el guardia informó de que la hora del ataque se había avanzado, cosa que a mi madre no le hizo nada de gracia.

Al día siguiente, poco antes de amanecer, los guardias pasaron a despertar a toda la aldea para pasar lista. Reine se dirigió a la calle central. Tenía que dar asistencia para poder tener alguna oportunidad de escapar sin que se dieran cuenta a la primera de cambio. Sabia que lo tenía dificil, pues la Matriarca estaría bastante pendiente de ella. Pero de todas formas lo intentaria. Prefería morir en el intento a no arriesgarse a poder pasar una vida entera con Térin.

Cuando llegó a la calle, la escena que se presentó le incitó una asquerosa repulsión. Realmente TODA la aldea se encontraba preparada para ir a la guerra. Desde los más pequeños hasta los más ancianos.
- Esto es excesivo – dijo Reine susurrando.
- Ya.. pero no nos queda otra, es esto o morir – le respondió una devah que se encontraba a su lado en la fila.
- ¿O morir..? Vamos a una guerra, por el amor de Dios..
- Es la única manera de tener una mínima posibilidad de salir con vida..
Reine se quedó en silencio y poco después los niños comenzaron a desfilar.
Iban en una semiperfecta formación y se pararon frente al teniente, que se encontraba al principio de la fila gritando los nombres.
- ¡Kevin Gruthbell! – gritó el guardia.
- Ese es mi hijo.. – comentó la devah de antes.
Eso a Reine le dolió como si fuera el suyo propio
Cuando la lista de los niños terminó, comenzó la de los adultos.
- ¡Groujou Gruthbell!
- Mi marido.. – dijo casi rompiendo a llorar.
A mi madre no le era nada dificil ponerse en la pìel de los demás. Y no queria ni imaginarse lo que estaría pasando aquella pobre mujer.
- ¡Brido Turôth!
- Mi padre.. mi pobre padre.. – susurró de nuevo aquella mujer. No pudo evitarlo y finalmente rompió a llorar. Reine la abrazó, intentandola consolar. Le había repateado tanto.. Nunca había estado tan furiosa como entonces. Había decidido contarle lo de la escapada. Tenía que ayudarla..
- Oye. Estoy planeando escap..
- ¡Valia Turôth!
- Y esa soy yo.. – dijo mientras se limpiaba las lágrimas y caminaba hacia el guardia.
Pocas mujeres despues dijeron el nombre de mi madre. Ella había decidido buscar a aquella mujer despues de dar asistencia, pero no fue posible. Pues tal y como confirmaban les hacían invocar a sus compañeros y los ponían en formación, y donde te dijera el guardia que te pusieras, ahí te quedabas, y desde la posición de mi madre no lograba ver a aquella mujer.

Poco despues las filas comenzaron a marchar. Reine no paraba de mirar de un lado a otro, preocupada.
- Ooh.. vaya.. Así que tu amor es uno de nuestros enemigos.. – susurró un devah de “3ª edad” que se encontraba al lado de mi madre.
- Pero qué..
- Lo siento hija, me lo ha chivado Frus. Te he visto tan preocupada que.. – Frus era su invocación. Una especie de león blanco enorme.
- Reine, puedo ayudarte a salir de aquí. Pero.. porfavor.. salva a los aldeanos.. – rogó el anciano, que tras terminar alzó la vista – Esto no es propio de nuestra aldea.. Algo debe moverle a la Matriarca cómo para lanzar incluso a los niños de esta manera.. – volvió a mirar a mi madre, con firmeza – Reine.. sálvanos. Salva el futuro de nuestra raza.. salva la vida en este bosque. Salva mi tesoro más preciado.. nuestra aldea..

Mi madre aceptó la propuesta y este le explicó que durante un tiempo podría mantener una ilusión de ella, que le daría el tiempo justo y necesario como para poder encontrarse con su amado. Tambien le dijo que le enviaria un mensaje telepático para advertirle de que se dirigía hacia allí.
Mi madre antes de marcharse abrazó a aquel hombre como si fuera su propio padre.
- Muchas gracias, señor.. – dijo entristecida.
- Gracias a ti de antemano – respondió el abuelo, sonriendo.
Mi madre se perdió por el bosque, dejando atrás a una ilusion perfecta de ella.
Confiaba en que los poderes del abuelo no hubieran fallado y que Térin se encontraria en la cascada.

Cuando llegó no encontró a nadie, así que comenzó a susurrar su nombre con un poco de fuerza esperando alguna respuesta.
- Uff.. por un momento pensaba que te había pasado algo y me esperaba una trampa – dijo el daimah apareciendo de entre los árboles. Un fuerte abrazo fue el saludo que ambos utilizaron.
- Bien, vámonos antes de que comience el estallido – dijo Térin mientras cogía la mano de mi madre y comenzaba a caminar, pero rapidamente se detuvo, pues mi madre no avanzaba.
- ¿Qué pasa nena? – preguntó el daimah, con prisas.
- No.. no puedo dejarles ir.. Tengo una promesa que cumplir.. – dijo Reine cabizbaja - ¿No lo entiendes Térin? Hay niños y ancianos, está TODA LA ALDEA. No puedo. Si estoy aquí es gracias a un hombre.. que me leyó la mente. ¡Un devah! Y no tubo.. ningún problema a la hora de ver que tu y yo..
- Ya.. mi grupo de amigos tambien lo sabe, y tampoco tuvieron ningún problema. Al contrario, fantaseaban y bromeaban preguntandose cómo sería tener a una mujer devah y esas.. cosas..
- Tenemos que ir Térin. Podemos pararlos, podemos evitar esta guerra inútil. ¿Esque no ves que los únicos que tienen problemas entre ellos son los jefes de nuestras aldeas? A los aldeanos les da igual..
El moreno se quedó unos segundos pensativo.
- Tienes razón, mi amor.. ¡Tenémos que intentarlo!
Y sin dudarlo dos veces salieron corriendo hacía donde tendría lugar la batalla: dónde los daimahs esperaban para emboscar.
Llegaron rápidos pero ya se escuchaba la marcha de los devahs.
- No sé cómo lo vamos a hacer.. No tengo ni idea de..
- Ssshh.. Calma..- interrumpió Térin mientras abrazaba a su amada – hay que esperar el momento oportuno y entonces sabrás qué hacer.

Ambos se encontraban agazapados tras un matorral al lado del camino.
- ¿Térin? ¿Qué haces aquí? – susurró una voz desde la copa del arbol que tenían encima - ¿Tu no te ibas con tu..? Aaah.. ya veo.. – dijo cuando Reine se giró a mirar. Era un daimah de pelo largo y blanco con un mecho negro en el flequillo, de orejas blancas con la punta negra. Bastante atractivo.
- Hemos venido a parar esto, Blank. – respondió firme el moreno, que dedicó una seria mirada a su amigo.
- Vaya.. no recuerdo haberte visto nunca tan serio.. – respondió el peliblanco.
Y antes de que pudieran cruzar ninguna frase más, escucharon la marcha de los devah demasiado cerca. Estaban llegando, y Blank informó de que los daimah ya estaban preparados para lanzarse en cuanto la mitad de las filas se encontraran en este punto.
Pero justo cuando los devahs estaban apunto de cruzar esa linea imaginaria, Reine salió del matorral, corriendo al medio de las filas.
- ¡DETENEOS! – gritó con todas sus fuerzas. Las filas se frenaron automáticamente. - ¿Podemos dejar de hacer el imbécil? No tenemos porqué luchar contra los daimah.. Ellos.. ¡Ellos tampoco quieren luchar!
- Ya, ¿y eso lo has deducido? – dijo uno de los tenientes que se acercaba bruscamente hacía mi madre, y cuando le fue a poner la mano encima una daga le pasó rozando la mejilla.
- Ni se te ocurra tocar a mi amada – dijo Térin descubriendose de entre los matorrales.
El silencio del bosque se llenó de murmullos, y los devah abrieron paso a Térin que se puso al lado de Reine.
- ¡Oh, vamos! ¿A cuantos de vosotros os molesta compartir el bosque con nosotros? – preguntó Térin, gritando y girando, mirando a los devahs. - ¿Y de vosotros? – gritó con más fuerza mirando hacia los árboles.
- No tenemos porqué luchar.. Todo esto.. ¡es inutil! Mirad las primeras filas.. La carne de cañon.. ¡vuestros propios hijos!
Mientras Reine continuaba con el discurso, una devah avanzaba entre las filas. Era ella, aquella mujer de cuando la lista. Se puso frente a Reine, tiró la bara al suelo y desconvocó a sus dos invocaciones. Acto seguido, su marido, su padre y su hijo fueron corriendo hacia ella y la imitaron. Perdiendose los cuatro en un abrazo familiar lleno de lágrimas.

El resto de daimahs se quedó observando la escena, y cuando muchos de ellos estaban apunto de desconvocar a sus compañeros, las cabezas de la familia entera explotaron convirtiendo aquella tierna escena en algo realmente repugnante.
- Si no quereis acabar así, ignorad a esta loca. - dijo el General que se abria paso entre la multitud. Reine no pudo reaccionar. Pero Térin sí lo hizo y se dirigió totalmente enfurecido hacia el General, dispuesto a darle una paliza. Pero cuando estaba a unos pasos, Blank saltó desde los arboles y se tiró encima del General.
- ¿Lo veis? ¡Son unos traidores! – gritaba el general mientras batallaba con Blank.
- ¡Eso no es así! ¡Y lo acabais de comprobar! ¡El ha matado a esa pobre familia! – gritó Térin, desesperado, puesto que los devahs comenzaban a enfurecerse.

Todos estaban pendiente de la batalla entre el general y Blank, hasta el punto en que el General lo tenía acorralado bajo el y le había inmovilizado las extremidades.
- Gusano con orejas.. Me dais asco.. – dijo mientras le escupia a Blank en la cara – no se cómo los dioses crearon una raza como la vuestra. Sois inútiles, ¡no valeis para nada!
- Basta.. – dijo Reine.
- ¡Jaja! Voy a matar a este bicharraco asqueroso. Vas a morir a manos de la raza más poderosa de Gaia. Así que ya puedes estar contento.. – y al terminar le dió un cabezazo que dejó a Blank inconsciente.
- ¡BAAAAASTAAAAAAAAA! – gritó Reine mientras saltaba encima del General y lo empujaba apartandolo de Blank.

Un grupo de daimahs salió de entre los arboles, reuniendose alrededor de Blank, observando, enfurecidos, al General.
- Quietos. No vale la pena. ¿O acaso vosotros sois como el? – dijo Térin – Ya está bien.. ¿no creeis? Ya hemos sufrido los suficiente.. Quiero poder ver aquella aldea de la que me han hablado. Aquella que no tenia defensas, ni muros. Aquella llena de alegria y paz.. Aquella en la que entrabas y todo el mundo te sonreía. Dónde veias a los niños jugando a cazar pájaros y no preparándose para la batalla.. Es todo tan inutil.. – dijo Térin mirando hacia todos lados. Poco a poco varios daimahs fueron uniendose a la multitud, observando atentos y escuchando los discursos.
- La historia de nuestra aldea cuenta que vinimos aquí huyendo de las guerras.. ¿Qué se supone que estamos haciendo? ¡Estamos fallando a nuestra madre! ¡Aquella que nos regaló este maravilloso lugar! – gritó Reine desde el suelo.

Acto seguido, multitud de devahs comenzaron a tirar las baras al suelo y a desconvocar sus invocaciones. Se reunieron con sus familias y se encontraban sentados en el suelo, abrazandose y llorando por el miedo que habían pasado. Por la parte de los daimah hicieron lo mismo. Todos salieron de sus encondrijos, pasaron a saludar a Térin, dieron las gracias a Reine y fueron en busca de su familia.

De pronto, el General saltó sobre el daimah, clavándole un estoque en el pecho. Pero rápidamente Frus apareció y se lanzó sobre el General.
Reine miró hacia todos lados, y apareciendo de entre la multitud se encontraba el hombre que la había ayudado a escapar, sonriendole.
- Sabía que nos salvarias.. estaba escrito en la historia, Reine.. – dijo mientras daba los últimos pasos para alcanzarla. Al llegar a ella la abrazó, llorando en el hombro de mi madre.
- Lo sabía.. Gracias.. Muchas gracias.. Ahora podré revivir mi juventud, con mi verdadera aldea.. Una aldea libre que..
Y antes de poder terminar la frase su cabeza explotó.
- Tú morirás conmigo, maldito hijo de puta.. ¡Estoy cansado de tus tocada de pelotas! - Gritó el General antes de ser engullido por Frus.
Reine se quedó totalmente en shock. Aquella mujer y su familia, aquel hombre.. Blank.. y Térin..
- ¡Térin! – exclamó, y rápidamente se dirigió hacia el.
El moreno estaba inconsciente, en el suelo. Blank ya había despertado y se encontraba al lado de su camarada.
- Vamos colega.. Aguanta.. – dijo mientras le presionaba la herida para que saliera la mínima sangre posible.

Uno de los niños devah abanzó lentamente, miró a Reine, como pidiendole permiso. Esta se apartó un poco y el niño se sentó. Apartó las manos de Blank, dejando la herida al descubierto, lo que hizo que comenzara a chorrear sangre, y puso sus manos cruzadas un par de centímetros por encima de la herida. Blank estubo apunto de volver a poner las manos pero la mirada firme del niño lo detubo. Este cerró los ojos, y sus manos comenzaron a brillar. La hemorragia se detuvo durante un par de segundos. Pero volvía a coger fuerza.

El niño volvió a poner las manos y volvió a concentrarse, pero nada, se paraba un par de segundos y continuaba saliendo sangre.
Una niña se acercó y puso las manos sobre los hombros de aquel niño, el cual le miró con curiosidad, y esta asintió con la cabeza. De nuevo lo volvió a intentar. Las manos sobre la herida, cerraba los ojos, las manos brillaban y la hemorragia paró.. durante un corto tiempo. Esta vez había tardado más, pero aun así no podían frenarla.
Reine se levantó, miró a los niños, miró a los devahs y volvió la mirada a Térin. Tras ello ella tambien puso su mano en el hombro del chaval, y en escasos segundos se formó una cadena de devahs que enviaban toda su energía hacia el niño. Pero no solo eran ellos, pues los daimahs tambien se apuntaron por la parte de Blank, que había puesto las manos sobre las del niño.

Tanto Blank como el niño comenzaron a brillar con una luz verde, y poco a poco, toda la cadena se impregnó de aquel mágico destello. Blank y el pequeño se miraron, asintieron y cerraron los ojos.
Una fuerte energía bañó a Térin por completo, elevándolo unos centímetros del suelo. Su herida fue curándose poco a poco, y tras unos segundos, aquella mágica escena desapareció. Térin tosió, incorporándose. Reine miró al niño, llorando, y le dio las gracias.
- Gracias a tí, Reine. Tu nos has salvado a todos.. Ahora podré estar con mi familia sin preocuparme de que nos manden a guerras ni a nada por el estilo. – dijo el niño mientras se iba por la espalda de Reine, la cual al girarse pudo ver a la devah que había estado a su lado en la fila, acompañada por su marido, su padre y el hombre que le ayudó a escapar. –Ya he echo lo que tenía que hacer. ¡Ya nos podemos ir, mami!- exclamó el niño que se agarraba a la mano de sus padres -¡Muchas gracias a los dos! – dijeron casí al unísono. Y tras ello desaparecieron.

Unas semanas después, la aldea poco a poco iba recobrando su normalidad. Apenas quedaban muros en pie, las trampas habian desaparecido, y tanto devahs como daimahs andaban por la aldea ayudando a la reconstrucción que los ataques habían causado.
El consejo había decidido delegar a la Matriarca del cargo, y habían decidido que la nueva Matriarca fuera Reine, la cual aceptó.
Por la noche hubo una fiesta, y a mi madre le tocó dar un discurso bastante conmovedor, pero antes de terminar..:
- Por último, quiero llamar a Daria. Daria.. ven. – la antigua Matriarca, Daria, caminó y se puso al lado de Reine, cabizbaja. – Delego del cargo de Matriarca. – dijo firme mi madre, mirando a Daria – y te devuelvo el puesto, a cambio de que acates y respetes las normas que durante estas semanas he impuesto, comenzando por respetar la aldea de los daimah.
Daria rompió a llorar, y asintió con la cabeza. Mi madre le obsquió con la capa de Matriarca e inició un aplauso como bienvenida.

Pasados los meses, resultó que aquella primera consumación de amor, había dado fruto en el interior de mi madre, y de ahí nací yo. Mi padre, Térin, marchó a trabajar fuera de la aldea al poco de yo nacer. Iba y venia de vez en cuando, y cuando cumpí los dos años y medio, nació mi hermana. Shie, la excepción de las excepciones.. Pues nació con los genes de ambas razas entremezclados, surgiendo así una daimah con un tercer ojo, o una devah con cola y oreja. Esto podría traer muchísimos problemas, así que cuando algún forastero paseaba por la aldea, Shie tenía que ir con las orejas y el rabo escondido.

Poco despues mi madre se marchó, dejándonos a cargo de la Matriarca, pero vamos.. Qué crecimos solas.. Desde aquel día que no volví a ver a ninguno de los dos..

Unos años despues, cuando yo tenia 10 años, vinieron las de Selene y se me quisieron llevar, Shie apareció, descubriendose, diciendo que cómo podía ser que se quisieran llevar a una simple devah cuando podían llevarse a una daimah-devah que estaba muy por encima de mi. Dejándome para el arrastre y afirmando que deseaba desaparecer de aquel lugar cutre y apartado de la civilización, que deseaba alejarse de mi.. Dejándo claro que me odiaba, las de Selene se llevaron a Shie, dejándome a mi en la aldea.